UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA
Facultad de Artes
Escuela de Arquitectura y Urbanismo
HISTORIA III. Arquitectura Moderna
¿Qué es Moderno?
“Puede iniciarse con una respuesta de
Perogrullo: moderno es lo que no es antiguo. Y, qué es antiguo? o, mejor,
cuándo algo se reconoce como antiguo? Lo antiguo sólo es reconocido como tal
por la intervención de lo moderno. Sin lo moderno, lo antiguo no existiría,
seguiría siendo presente y actual. Lo moderno, por tanto, es lo que hace
envejecer al presente, lo que llega para desplazar al presente hacia atrás,
hacia lo pasado. Lo moderno es una máquina de anacronizar el presente. Si lo
moderno es aquello que vuelve anacrónico el presente, lo que aparta al presente
y lo remite hacia atrás; si la obra moderna sólo se descubre cuando ha llegado,
y entonces de ella sólo sabemos que no sabemos lo que es: no la sabemos
nombrar, describir, reconocer, puesto que todo nuestro utilaje mental, toda
nuestra imaginación, toda nuestra sensibilidad son producto de la experiencia,
de lo aprendido y vivido, y están construidos por el roce y trato con el
pasado, cómo entonces proyectar la imagen de lo moderno? Si la tarea de lo
moderno es, cuando sobreviene, arrinconar hacia el pasado todas nuestras
capacidades, para incitarnos a construir desde lo moderno un nuevo utilaje
mental, perceptivo, imaginativo, cómo, antes de su llegada, conocerlo?
Nadie puede imaginar lo moderno. Con qué lo
pensaría sino es con conceptos del pasado? Con qué lo nombraría sino con
lenguajes del pasado? Con qué lo imaginaría, sino con imágenes ya vividas? Hay,
incluso, una contradicción entre los términos
“moderno” y “proyecto”. Proyectar: lanzar hacia delante, proponer (…)
Porque para lanzar algo hacia delante, lanzador y proyectil deben
estar atrás. Todo proyecto viene de atrás, sale del fondo, es un emisario del
pasado. No hay -no puede haber- proyecto moderno.”
Quetglas,
Josep. Imágenes del Pabellón de Alemania: der Gläserne Schreken, section b,,
Montreal 1991.
Cuando los
objetos de estudio son la arquitectura y la ciudad moderna, considerar
el arte, la literatura y el cine, es necesario. Aún más, compartimentar
o escindir estas manifestaciones del espíritu humano, tratar de aislarlas unas
de otras para conservar su supuesta autonomía,
significa enfrentarnos a una comprensión limitada de la experiencia de
la modernidad, por su naturaleza tan rica y compleja. En este curso, se hará
referencia permanente a la ciudad, a la arquitectura, a la producción
literaria, fotográfica y cinematográfica de la época y en general se hará uso
de los recursos dispuestos por la historia para poder explicar y entender lo
que involucra a la arquitectura moderna.
El lugar de la
modernidad es la ciudad de finales del siglo XIX, que se ve impelida por un
proceso de metropolización sin precedentes en la historia[1].
El mundo se transforma definitivamente en urbano y es en las ciudades en febril
crecimiento y en permanente y acelerado cambio en donde se experimenta la
intensidad y contradicción entre lo que existía y lo nuevo que aparece: entre
lo antiguo y lo moderno. En urbes como París, Londres, Viena, Berlín, Moscú o
San Petersburgo -en el continente europeo-, o en el caso de Norte América en
Chicago o Nueva York, es donde se presentan las condiciones propicias para
animar el cambio y en donde la convivencia entre lo antiguo y lo nuevo expresan
la complejidad propia de este momento. Marshall Berman lo explica así:
“Hay una forma de experiencia vital –la
experiencia del tiempo y del espacio, de uno mismo y de los demás, de las
posibilidades y los peligros de la vida- que comparte hoy los hombres y mujeres
de todo el mundo. Llamaré a ese conjunto
de experiencias la “modernidad”. Ser modernos es encontrarnos en un entorno que
nos promete aventuras,
poder, alegría, crecimiento, transformación
de nosotros y del mundo y que, al mismo tiempo, amenaza con destruir todo lo
que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos. Los entornos y las experiencias
modernos atraviesan todas las fronteras de la geografía y la etnia, de la clase
y la nacionalidad, de la religión y la ideología: se puede decir que en este
sentido, la modernidad une a toda la humanidad. Pero es una unidad paradójica:
la unidad de la desunión: nos arroja a todos en una vorágine de perpetua
desintegración y renovación de lucha y contradicción. Ser modernos es formar parte de un universo en el que, como
dijo Marx, “todo lo sólido se desvanece en el aire”
…“Todas las relaciones estancadas y enmohecidas, con su cortejo de
creencias y de ideas veneradas durante siglos, quedan rotas; las nuevas, se
hacen añejas antes de haber podido osificarse. Todo lo sólido se desvanece en
el aire; todo lo sagrado es profano, y los hombres, al fin, se ven forzados a
considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones
recíprocas.” Berman, Marshall. Todo lo sólido se desvanece
en el aire. Colombia: Siglo XXI editores, 1991.
La
necesidad de albergar una población nueva, básicamente conformada por obreros,
en ese ambiente urbano que crece vertiginosamente y que requiere de todas las
infraestructuras, hace que la planeación y construcción de la ciudad tenga una
importancia inusitada. El compromiso social del arquitecto que se enfrenta a la
idea del “bien estar”, ubica el tema de la vivienda en un lugar preeminente en
el laboratorio de la arquitectura. La experimentación sobre estos aspectos
centrales, arrojó resultados paradigmáticos durante la primera mitad del siglo
XX: ideas como una ciudad planeada para millones de habitantes, o la
mecanización del mundo doméstico, el aprovechamiento máximo del espacio mínimo
en la vivienda, la estandarización y la industrialización de su producción, por
ejemplo, se ubicaron en la primera línea del pensamiento hacia una
modernización necesaria para estos nuevos habitantes de la ciudad. El hombre moderno tiene que
aprender rápidamente un nuevo código de comportamiento para insertarse dentro
de esta
vertiginosa máquina, e incluso, para “pasar desapercibido” dentro de la
multitud de la que ahora forma parte.
El Movimiento Moderno
desarrolló y difundió su propio dogma a través de los Congresos Internacionales
de Arquitectura Moderna (CIAM, 1928 a
1956), con los grandes “maestros” a la cabeza, quienes a través de su
arquitectura, palabra y escritos, nos dejan, hasta nuestros días, verdaderos
ejemplos de su coherencia y compromiso por construir un mundo enmarcado en la
modernidad. Cuando adviene la decadencia del movimiento moderno, precedido por
la crítica de su ideología alrededor de la década de 1950, surgen otras miradas
sobre la ciudad y la arquitectura, como respuesta a los postulados que estaban
establecidos hasta entonces.
[1]
Para efectos del curso, la historia de la modernidad comprende no su primera
fase ( del siglo XVI hasta el siglo XVIII), ni la segunda (Revolución Francesa de 1790), sino aquella que comienza
en los albores del siglo XX., denominada Tercera fase por Berman: cuando el
proceso de modernización se expande espectacularmente para abarcar todo el mundo.
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