lunes, 30 de enero de 2012

Introduccion


UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA
Facultad de Artes
Escuela de Arquitectura y Urbanismo


HISTORIA  III. Arquitectura Moderna



¿Qué es Moderno?

“Puede iniciarse con una respuesta de Perogrullo: moderno es lo que no es antiguo. Y, qué es antiguo? o, mejor, cuándo algo se reconoce como antiguo? Lo antiguo sólo es reconocido como tal por la intervención de lo moderno. Sin lo moderno, lo antiguo no existiría, seguiría siendo presente y actual. Lo moderno, por tanto, es lo que hace envejecer al presente, lo que llega para desplazar al presente hacia atrás, hacia lo pasado. Lo moderno es una máquina de anacronizar el presente. Si lo moderno es aquello que vuelve anacrónico el presente, lo que aparta al presente y lo remite hacia atrás; si la obra moderna sólo se descubre cuando ha llegado, y entonces de ella sólo sabemos que no sabemos lo que es: no la sabemos nombrar, describir, reconocer, puesto que todo nuestro utilaje mental, toda nuestra imaginación, toda nuestra sensibilidad son producto de la experiencia, de lo aprendido y vivido, y están construidos por el roce y trato con el pasado, cómo entonces proyectar la imagen de lo moderno? Si la tarea de lo moderno es, cuando sobreviene, arrinconar hacia el pasado todas nuestras capacidades, para incitarnos a construir desde lo moderno un nuevo utilaje mental, perceptivo, imaginativo, cómo, antes de su llegada, conocerlo?
Nadie puede imaginar lo moderno. Con qué lo pensaría sino es con conceptos del pasado? Con qué lo nombraría sino con lenguajes del pasado? Con qué lo imaginaría, sino con imágenes ya vividas? Hay, incluso, una contradicción entre los términos  “moderno” y “proyecto”. Proyectar: lanzar hacia delante, proponer (…) Porque para lanzar algo hacia delante, lanzador y proyectil deben estar atrás. Todo proyecto viene de atrás, sale del fondo, es un emisario del pasado. No hay -no puede haber- proyecto moderno.”


Quetglas, Josep. Imágenes del Pabellón de Alemania: der Gläserne Schreken, section b,, Montreal 1991.


Cuando los objetos de estudio son la arquitectura y la ciudad moderna,  considerar  el arte, la literatura y el cine, es necesario. Aún más, compartimentar o escindir estas manifestaciones del espíritu humano, tratar de aislarlas unas de otras para conservar su supuesta autonomía,  significa enfrentarnos a una comprensión limitada de la experiencia de la modernidad, por su naturaleza tan rica y compleja. En este curso, se hará referencia permanente a la ciudad, a la arquitectura, a la producción literaria, fotográfica y cinematográfica de la época y en general se hará uso de los recursos dispuestos por la historia para poder explicar y entender lo que involucra a la arquitectura moderna.

El lugar de la modernidad es la ciudad de finales del siglo XIX, que se ve impelida por un proceso de metropolización sin precedentes en la historia[1]. El mundo se transforma definitivamente en urbano y es en las ciudades en febril crecimiento y en permanente y acelerado cambio en donde se experimenta la intensidad y contradicción entre lo que existía y lo nuevo que aparece: entre lo antiguo y lo moderno. En urbes como París, Londres, Viena, Berlín, Moscú o San Petersburgo -en el continente europeo-, o en el caso de Norte América en Chicago o Nueva York, es donde se presentan las condiciones propicias para animar el cambio y en donde la convivencia entre lo antiguo y lo nuevo expresan la complejidad propia de este momento. Marshall Berman lo explica así:

“Hay una forma de experiencia vital –la experiencia del tiempo y del espacio, de uno mismo y de los demás, de las posibilidades y los peligros de la vida- que comparte hoy los hombres y mujeres de  todo el mundo. Llamaré a ese conjunto de experiencias la “modernidad”. Ser modernos es encontrarnos en un entorno que nos promete aventuras, poder, alegría, crecimiento, transformación de nosotros y del mundo y que, al mismo tiempo, amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos. Los entornos y las experiencias modernos atraviesan todas las fronteras de la geografía y la etnia, de la clase y la nacionalidad, de la religión y la ideología: se puede decir que en este sentido, la modernidad une a toda la humanidad. Pero es una unidad paradójica: la unidad de la desunión: nos arroja a todos en una vorágine de perpetua desintegración y renovación de lucha y contradicción. Ser modernos es  formar parte de un universo en el que, como dijo Marx, “todo lo sólido se desvanece en el aire”

…“Todas las relaciones estancadas y enmohecidas, con su cortejo de creencias y de ideas veneradas durante siglos, quedan rotas; las nuevas, se hacen añejas antes de haber podido osificarse. Todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profano, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas.” Berman, Marshall. Todo lo sólido se desvanece en el aire. Colombia: Siglo XXI editores, 1991.


La necesidad de albergar una población nueva, básicamente conformada por obreros, en ese ambiente urbano que crece vertiginosamente y que requiere de todas las infraestructuras, hace que la planeación y construcción de la ciudad tenga una importancia inusitada. El compromiso social del arquitecto que se enfrenta a la idea del “bien estar”, ubica el tema de la vivienda en un lugar preeminente en el laboratorio de la arquitectura. La experimentación sobre estos aspectos centrales, arrojó resultados paradigmáticos durante la primera mitad del siglo XX: ideas como una ciudad planeada para millones de habitantes, o la mecanización del mundo doméstico, el aprovechamiento máximo del espacio mínimo en la vivienda, la estandarización y la industrialización de su producción, por ejemplo, se ubicaron en la primera línea del pensamiento hacia una modernización necesaria para estos nuevos habitantes de la ciudad. El hombre moderno tiene que aprender rápidamente un nuevo código de comportamiento para insertarse dentro de esta vertiginosa máquina, e incluso, para “pasar desapercibido” dentro de la multitud de la que ahora forma parte.

El Movimiento Moderno desarrolló y difundió su propio dogma a través de los Congresos Internacionales de  Arquitectura Moderna (CIAM, 1928 a 1956), con los grandes “maestros” a la cabeza, quienes a través de su arquitectura, palabra y escritos, nos dejan, hasta nuestros días, verdaderos ejemplos de su coherencia y compromiso por construir un mundo enmarcado en la modernidad. Cuando adviene la decadencia del movimiento moderno, precedido por la crítica de su ideología alrededor de la década de 1950, surgen otras miradas sobre la ciudad y la arquitectura, como respuesta a los postulados que estaban establecidos hasta entonces. 


[1] Para efectos del curso, la historia de la modernidad comprende no su primera fase ( del siglo XVI hasta el siglo XVIII), ni la segunda (Revolución  Francesa de 1790), sino aquella que comienza en los albores del siglo XX., denominada Tercera fase por Berman: cuando el proceso de modernización se expande espectacularmente para abarcar todo el mundo.

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