Villa Müller
Praga, Republica Checa. 1930
Arq. Adolf Loos
Por: Jorge De Los Rios Anzola
Austeridad como deber del hombre moderno.
Ante la pregunta: ¿Cuál es el aporte del arquitecto Adolf Loos respecto a la idea del habitar?
Loos (1910):“Sólo hay una pequeña parte de la arquitectura que pertenezca al arte: el monumento funerario y el monumento conmemorativo. Todo lo demás, lo que sirve para un fin, debe quedar excluido del reino del arte.” (s.p)
El título de este ensayo surge en contraposición al famoso texto de Adolf Loos publicado en 1908; Ornamento y Delito, en el cual quedan en manifiesto diversas reflexiones y conjeturas de la época que permitirán aproximarse a una idea de habitar y de vivienda según el arquitecto Adolf Loos. Es preciso entonces situar la intención de este texto en un contexto histórico específico, muy incidente en la arquitectura moderna, que perfiló el estilo de muchos arquitectos semi-contemporáneos tales como Henry van de Velde.
“Las consecuencias de la Revolución industrial han desestabilizado la sociedad, han hecho que la vida no sea plena, han sometido a los seres humanos a situaciones indignas, han provocado un incremento del sufrimiento psicológico (también del sufrimiento físico en el Tercer Mundo) y han infligido severos daños al mundo natural.” (Kacyznski, 1996, p.1)
Hablamos, pues, de la revolución industrial que, como su nombre lo indica, responde a un cambio drástico y veloz que tiene repercusiones en todo lo creado por y relacionado con el hombre, la economía, política, sociedad, medio ambiente e incluso el individuo mismo. Si bien la máquina de vapor o el ferrocarril son iconográficos de esta época, en lo que a mí respecta, un ejemplo claro de este periodo es la máquina de producción en cadena de Henry Ford. Tal máquina fue construida con el objetivo de optimizar el tiempo mediante la división del trabajo, así se lograba una producción en masa. Esta sistematización permitiría producir mayor capital pero al mismo tiempo sacrificó la idea de trabajar y así sentó las bases para un sistema basado en la explotación y propenso a la desintegración de la sociedad. Veremos entonces el coletazo de esta revolución cierto tiempo después en todos los ámbitos ya mencionados.
Si bien no es temporalmente exacto, será en este momento en el cual las artes y la arquitectura cambiará su función y por lo tanto asumirán nuevos roles dentro de la sociedad. En el caso de las artes las obras asumirán su deber de representar la historia por lo cual se hacen evidentes nuevos matices y enfoques que responden a distintos compromisos determinados de las épocas, un ejemplo de esto es Boccioni quien en sus pinturas evocará su sensación de ciudad con volúmenes amorfos, disgregados y yuxtapuestos a otras figuras diversas pero que así mismo representan, para él, el sentido de ciudad. También surgen movimientos como el Dadaísmo, que inmediatamente remite a Tristán Tzará. Éste será el padre de movimientos sucesores como el Surrealismo pues, luego de poner en tela de juicio la idea del arte con el anti-arte, propondrá romper con los antiguos cánones del arte racional (la lógica y la pureza) y el ideal de belleza (belleza clásica, eterna).
En el caso de la arquitectura sucede de manera muy afín en tanto que hay un punto de quiebre, para Piorno (2010) “una fractura mental causada por el desarrollo de la tecnología moderna” (p. 29) La arquitectura debe sopesar y asumir la revolución industrial; teniendo en cuenta el factor tiempo como elemento decisivo para la idea de utilidad, asumiendo tiempos de producción que exceden a los antes conocidos, explorando nuevos materiales que develan todo un campo de nuevas posibilidades, rebuscando nuevamente la idea de belleza, sosegando el impacto negativo de la industrialización. El deber de la arquitectura cobrará tan grandes proporciones que va a ser necesario teorizarla, replantearla, adecuarla, y encaminarla de manera que fluya conforme a las corrientes cambiantes.
Entonces, la arquitectura será también revolucionada, cambiada y, diversificada, por esta industrialización. Este cambio estará sustentado por arquitectos como el mismo Adolf Loos quien modificará sus obras según sus criterios modernos. Empero para poder construir bajo esta idea de modernidad se encargará de definir y por lo tanto dividir la historia de la arquitectura en dos; un primer periodo que va desde la antigüedad clásica hasta mediados del siglo XIX y un segundo periodo desde mediados del siglo XIX hasta nuestros tiempos. Según Adolf Loos el segundo periodo será la antítesis del primero y por lo tanto será fuertemente criticado, lo clasificará el como saturado de arquitectos sin compromiso con la cultura y sujeto al eclecticismo.
La arquitectura adquiere una función social y en ese sentido se desprende del arte para ocuparse especialmente de la funcionalidad. Esta separación es consecuencia de sus reflexiones las cuales son lógicas, claras y bastante objetivas, como su arquitectura. El artista crea y representa aquello que altera y conmueve su espíritu, es decir que lo que crea como trabajo artístico lo hace para sí mismo y no suma importancia quien gusta o quien no de su arte, totalmente contrario al arquitecto quien crea para otros, su deber está precisamente en que otro guste de lo construido y por ende es un deber social. La arquitectura es, para Loos (1910), un trabajo manual y, por lo tanto, “la mezcla de arte y trabajo manual ha aportado infinitos daños a ambos, a la humanidad.” (s.p). Esto bastará para que Loos critique fuertemente la sociedad moderna pues no se está construyendo arquitectura y además se está tergiversando completamente la idea de arte.
En mi opinión la revolución, y el supuesto desarrollo que trae consigo, inunda todo lo relacionado al hombre con las máquinas. A lo cual la arquitectura podrá asimilarse para entonces a una máquina. Como dice Zumthor (2004), citando al poeta William, “La máquina es algo que no tiene partes superfluas” (p. 27). En ese sentido podría hacerse analogía similar con la arquitectura, su función y desarrollo en sociedad.
La casa.
Para Loos (1910): “…La casa tiene que verse habitable…” (s.p)
Desde acá ya es posible perfilar ciertos rasgos del razonamiento de Adolf Loos y en consecuencia de la Villa Müller junto con la idea de habitar. Para eso me valgo de ¿cómo la vivienda tiene que verse habitable? En este punto, cuando hablamos de verse ya estamos tratando todo el tema de las experiencias y las sensaciones, pensamos entonces en una concepción de casa que despierta los sentimientos y, por ende, la vivienda o casa ideal es aquella que mejor logra hacer esto. Todo esto sucederá dentro de un marco muy lógico y consecuente pues al desprenderse del arte, la arquitectura tiende a la racionalidad, su principal objetivo es servir y evocar los sentimientos de la mejor manera posible. Entonces la morfología de un proyecto dependerá del cometido que tenga, es decir: la función define y precede a la forma. La forma de la vivienda será producto de la función y únicamente debe cambiar la forma cuando haya “nuevas necesidades prácticas, nuevos problemas, nuevas técnicas o nuevas reglas que justifiquen dicho cambio” (Tournikiotis, 1994, s.p).
La casa y como consecuencia la arquitectura se rigen entonces por la función. Muestra de esto es indudablemente la Villa Müller, vivienda concebida del interior al exterior que se adecua a las necesidades de sus inquilinos originales. Además de esto, su forma cúbica pero también asimétrica la encuadran en la idea de racionalidad y vanguardia moderna.
Una vez en el interior de la vivienda esta idea de funcionalidad salta a la vista por los diversos aspectos por donde se mire y precisamente esto es lo que le confiere a la Villa Müller tanto valor arquitectónico. El interior es ejemplo de esta función práctica mediante distintas herramientas entre las cuales está el Raumplan, término propio de Adolf Loos con el cual dio a sus obras su carácter y dio a los espacios ese estrecho vínculo con la funcionalidad pues cada uno es exclusivo a su uso. El Raumplan consiste en valorar las distintas jerarquías de los espacios que conforman la casa y, según estás jerarquías, dotarlos de áreas y alturas que evidencien tal importancia. Esta herramienta compositiva de Adolf Loos le da un dinamismo a su arquitectura gigantesco pues no solo hace a cada espacio extremadamente funcional para lo que fue concebido sino también da una distinción a sus obras, el uso del Raumplan traerá implícitamente el reconocimiento de Adolf Loos.
El interior, que será núcleo compositivo de la obra, se encargará también de proyectarse hacia el exterior dando cabida a la fachada de la Villa Müller. La fachada será el resultado de las tensiones provenientes del interior, se verán allí las proyecciones de espacios que tienen distintas alturas lo que funcionará a manera de trazado regulador anulando toda arbitrariedad y enriqueciendo la composición en alzado. El muro de fachada se vuelve producto de las tensiones que componen la arquitectura y será un “evento arquitectónico que evidencia que el interior es distinto al exterior pero que es exactamente allí, en la fachada, donde se resuelven dichas fuerzas” (Venturi, 1965, p. 33). En otras palabras y de modo más romántico la fachada será un condensador de tensiones pues allí quedaran los vestigios de esas fuerzas que se proyectan desde las alturas variables del interior en contraste con las fuerzas particulares que generan el ambiente exterior alrededor de la casa.
Habitar.
Para Loos (1994) “ser moderno era pertenecer a un tiempo específico y, en consecuencia, a la tradición, a un pasado vivo y real.” (s.p)
Si bien la cita no es explícitamente allegada a la definición de habitar es suficientemente útil para aproximarse a ella. En la RAE (2012) se define habitar con el verbo ‘vivir’ para lo cual haré una aproximación sobre cómo Adolf Loos entiende o define el vivir pero, de antemano, es necesario hablar sobre la cultura.
Es posible sintetizar la definición de cultura hacia: las costumbres y tradiciones de una sociedad en un periodo de tiempo específico y por lo tanto con necesidades específicas. Es decir que si hablamos de una cultura cambiante en el tiempo debemos asignarle ciertos elementos propios que reivindican su condición de identidad, en nuestro caso serán los ornamentos. En lo que respecta a la crítica de Adolf Loos, existe una evolución cultural que se desprende de los ornamentos, por eso no son propios de nuestra época y para ser más precisos de nuestra cultura. Según Adolf Loos los ornamentos están vencidos y desfasados en el tiempo pues en un momento, como es la industrialización hasta hoy día, donde se vive en función del tiempo, los ornamentos solo representan tiempo, trabajo y material desperdiciado, en otras palabras: derroche. Es evidente, la tarea de hacer un ornamento es una complicación y por lo tanto: no es práctico. Loos (1908) expone que:
“…el niño cuando tiene ocho años, percibe el violeta, color que fue descubierto en el siglo XVIII, pues antes el violeta era azul y el púrpura era rojo…
…Entre nosotros mismos hay en las ciudades hombres que no son nada modernos, rezagados del siglo XVIII que se horrorizan ante un cuadro con sombras violetas, porque aún no saben ver el violeta…” (s.p)
Es allí donde raya con todo el deber de la arquitectura que se encarga de servir al hombre pero el hombre está haciendo ornamentos, y es en esto que también se centra la crítica de Adolf Loos porque el hombre no solo está desfasado en el tiempo sino también va en retroceso.
Para Adolf Loos el vivir es entonces lo más cercano a la practicidad, es casi una sistematización, como su arquitectura racional y funcional, es por eso que los ornamentos, según Adolf Loos, ya no nos representan más. Es por eso que su arquitectura es tan estrictamente lógica y ligada a la función, casi matemática, todo en su obra es sumamente laborioso desde la morfología que adopta la vivienda hasta el uso intensivo de la madera y el mármol e incluso el diseño de las sillas individuales desplegadas en las salas.
Habrá que ver hasta qué punto tanto rigor arquitectónico interfiere con la simple idea de habitar.
Si bien en el trascurso de este semestre he cambiado inconscientemente mi opinión al respecto del ornamento debo admitir una gran admiración por lo que es Adolf Loos y su significancia en el campo de la arquitectura. Me genera un profundo respeto junto con una admiración por quién era y cuáles eran sus ideas.
Siendo este el espacio para mi reflexión debo incluir entonces que no considero el ornamento un elemento superfluo en una composición arquitectónica. Aunque el texto de Adolf Loos es indispensable para la época en que es publicado por su carácter desafiante y provocante también lo considero excesivo para el mundo de hoy, incluso diría que en su época tampoco fue vigente pero jugó un papel fundamental pues cuestionó las mentes e incluso la arquitectura clásica e hizo un barrido con aquellos componentes pasados de época. El ornamento no ha muerto, persiste y reafirma el componente cíclico de la historia, es un ejemplo claro de cómo la historia se repite, de cómo las vanguardias nunca serán vanguardias porque siempre habrá otras vanguardias que refuten a las anteriores y establezcan nuevos cánones que corresponden a nuevas situaciones del hombre, es un ejemplo más de cómo la serpiente se muerde la cola. Considero pues que el evolutivo mundo de la globalización es una amenaza contra la identidad del ser humano. Detrás de la idea de acortar distancias para reducir la escala del mundo que crece todos los días también hay un peligro inminente para la especie humana. Esta globalización es un peligro pues a su vez presupone una homogenización de todo cuanto valoramos y nos diferencia. En ese sentido acabar con el ornamento es acabar con un elemento clave y diferenciador de la arquitectura. Por lo tanto he buscado una definición de ornamento que persista aún hoy y, obviamente, que no interfiera con los imperativos funcionales que debe cumplir un edificio. Esta es la que encuentro pertinente destacar:
“Los detalles deben expresar lo que exija la idea fundamental del proyecto en su lugar correspondiente, co-pertenencia o separación, tensión o ligereza, fricción, solidez, fragilidad.
Los detalles, cuando salen bien, no son decoración. No distraen, no entretienen, sino que conducen a la comprensión del todo, a cuya esencia necesariamente pertenecen.”(Zumthor, 2004, p.16)
Referencias
Bayaz, M. C. (2010). Itinerario Interior. Bogotá: Punto Aparte.
Corbusier, L. (1977). Hacia una Arquitectura. Barcelona: Apóstrofe.
Real Academia Española. (2012). Diccionario de la lengua española (22.a ed.). Madrid, España.
Kaczynski, T. (1995). Manifiesto Freedom Club. New York Times.
Loos, A. (1908). Ornamento Y Delito.
Loos, A. (1910). Architektur. Berlin: Der Sturm.
Luna, Ó. M. (2008). La imposibilidad de la naturaleza. Bogotá: Punto Aparte.
Piorno, I. H. (2012). Loos en su época. Convergencia estética con la filosofía de Wittgenstein. Madrid: Abinitio.
Tournikiotis, P. (1994). Adolf Loos. New York: Princeton Architectural Press.
Venturi, R. (1965). Complexity and Contradiction in Architecture.
Zumthor, P. (2004). Pensar la arquitectura. Barcelona: Gustavo Gili SA.
Foto: Caja moderna / Jorge De Los Rios Anzola
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