lunes, 24 de febrero de 2014

José Antonio Coderch, España, (1913-1984). Casa Ugalde

POR: JOSÉ NICOLÁS VILLAMIL RIVERA



Versatilidad del lenguaje arquitectónico.



La historia de la humanidad ha estado marcada desde sus inicios por cambios drásticos en el funcionamiento de la cotidianidad. Esto ha sido propiciado por la tendencia del hombre a renovar sus hábitos, como respuesta a las exigencias de su entorno. Se trata de un fenómeno del que no es posible despojarse y que cada vez opera con mayor trascendencia. Es entonces preciso entender que las necesidades son sustituidas constantemente, en simultáneo con el desarrollo contextual del hombre. La arquitectura, al ser un vehículo mediante el que se satisfacen las distintas necesidades, no está exenta de los cambios en cuestión. Y es de hecho uno de los factores que nos ayudan a comprender con mayor facilidad las diferencias existentes entre el pasado y el ahora. 

Sobre la imagen, es preciso aclarar que se trata de un paisaje urbano aleatorio, cuyo lenguaje arquitectónico habla de un contexto parcialmente diferente al actual. En ella se muestra la ciudad de Barcelona de mediados de los 50’s, época en la que el panorama sociopolítico solo servía de escollo para el libre desarrollo de muchas disciplinas, entre ellas la arquitectura, dada la paulatina consolidación de los ideales nacionalistas franquistas. El ambiente de hostilidad que se respiraba en el país impedía que las tendencias vanguardistas de la modernidad se establecieran con autoridad en el mismo. Eran pocos los arquitectos que se atrevían a intervenir la ciudad con ideas innovadoras, pues los esfuerzos de los mismos estaban puestos en “la necesidad de resolver urgentes problemas de reconstrucción”[1] de los miles de edificios que habían quedado en ruinas luego de la lucha en la posguerra. Pese a esto, la situación mejoraría gradualmente, de la mano de las cada vez menos tímidas intenciones de los referentes en arquitectura de la época: Coderch y Valls, Fisac, Sostres, entre otros. 

La imagen motivo de estudio coincide con el momento en el que la aprobación del ensanche de las calles proyectado por Cerdá estaba por cumplir un centenar de años. A priori se percibe el gran ancho de las calles, circundado por algunos edificios en los que el chaflán sale a la vista. El lenguaje en las fachadas habla de una disociación marcada por las diferencias cronológicas de la construcción de los edificios: Los materiales y la técnica en cada uno de ellos tiene sus propias características. Por otra parte, las “exigencias fundamentales de la nueva ciudad: el movimiento y la comunicatividad”[2] toman lugar en el momento retratado, pues allí se percibe la convergencia de algunas calles de distintas dimensiones sobre las que transeúntes y vehículos circulan. La inclusión de mercados en las plantas bajas habla de una intención de hacer público lo privado. El legado de Cerdá es extenso, y es una muestra de que, pese a las cambiantes necesidades sociales, es posible postular ideas que perduren con el tiempo y se acoplen a las exigencias de un momento específico. 


MONTANER, JOSEP MARÍA. (1954). “Barcelona”. Taschen Benedikt. (p.p. 208 – 209)



[1] BENEVOLO, L. (1974). Historia de la Arquitectura Moderna. Barcelona: Editorial Gustavo Gili (p.p. 817)
[2] BENEVOLO, L. (1974). Historia de la Arquitectura Moderna. Barcelona: Editorial Gustavo Gili (p.p. 134)




El aislamiento como alternativa del habitar moderno.


Caldetas, uno municipio de los municipios de la provincia de Barcelona, es el lugar en el que se sitúa uno de los proyectos de mayor importancia realizados por Jose Antonio Coderch: La casa Ugalde. 

Antes de describir los criterios que se tuvieron en cuenta para realizar el proyecto, es conveniente contextualizar al mismo. Y es que no es irrelevante el hecho de que el país, para aquel entonces, se encontraba en un momento en el que la dictadura de Franco se consolidaba progresivamente, motivo que facilitaba la imposición de ciertos ideales enfocados en promover el mayor sentimiento nacionalista en los habitantes de las distintas ciudades, y que encaminaban al pueblo a optar por acudir a su historia reciente para erguir una identidad que permitiera diferenciar aquel país del resto de Europa. Retomar las andanzas y costumbres de sus antepasados implicaba dejar a un lado los intentos por desarrollar nuevas ideas en distintos campos y disciplinas, afectando así cualquier tipo de exploración que permitiera el avance de la arquitectura de vanguardia. 

“Una gran época acaba de comenzar. Existe un nuevo espíritu”[1]: Las palabras de José Luis Sert, durante la fundación del GATEPAC en 1930, habían quedado en el olvido. Los intentos por cambiar las condiciones desfavorables se fueron debilitando poco a poco, con la muerte y el exilio de varios de los promotores de dicha fundación a causa de la guerra, lo que condujo a que el autodidactismo se apoderara de los jóvenes, ya inconformes con la situación[2]. El panorama no era alentador: con los esfuerzos puestos en reconstruir las ciudades afectadas por la guerra, y con el control que el gobierno ejercía sobre el pueblo, resultaba complicado que las cosas pudieran dar un giro que reviviera la esperanza de los vanguardistas. Y es este el momento en el que Coderch, con la ayuda de Valls, empieza a marcar tendencia en el campo arquitectónico, y paulatinamente se van dejando atrás los paradigmas nacionalistas en los que se encontraban sumidos artistas y arquitectos. Cabe resaltar que la construcción de la Casa Ugalde coincide con el momento en el que la mejoría se estableció casi por completo. Era el tiempo idóneo para que se efectuara una obra de tales características.

Encargada por uno de sus amigos, el ingeniero industrial Eustaquio Ugalde Urosa, el proyecto empezó a ser construido en el año 1951 a las afueras de la ciudad. A sabiendas de que el presupuesto para la realización del proyecto era amplio, Coderch se tomó ciertas libertades que terminaron facilitando la ejecución a cabalidad de sus ideas e intenciones, hecho que permitió hacer de la casa una de las obras de vivienda unifamiliar más importantes realizadas en Barcelona, reconocida sobre todo por su carácter y autenticidad. 

El terreno que acoge la casa en cuestión está ubicado en una de las colinas que circundan al municipio. Su topografía está formada por pendientes que se caracterizan por su irregularidad, implicando esto un desafío para los precarios métodos constructivos de la época. No obstante, dicho lugar ofrece una serie de ventajas con las que no es fácil encontrarse: está rodeado por una densa zona de árboles de distintas especies y cuenta con una serie de vistas magníficas al mar y a la ciudad. Y es de hecho ese principio del que se valió Coderch para componer los espacios que conforman la casa. 

La arquitectura orgánica que tanto se buscó durante la modernidad toma forma en este proyecto. Se entiende que el conjunto debe prevalecer sobre lo individual, y en ese sentido, desde su emplazamiento, que parece ser una extensión de la montaña sobre la que se sitúa la casa, hasta el mobiliario que originalmente había dispuesto Coderch para la misma, existe una fuerte conexión que permite leer el proyecto como un todo. En cuanto a los materiales, es preciso decir que exterior e interiormente siguen con coherencia la intención del arquitecto de ensanchar su obra hacia el paisaje, siguiendo uno de los principios que caracterizaron los proyectos de Lloyd Wright. El color blanco escogido para sus muros se acopla perfectamente a la idea de conectar lo artificial a lo natural, no distrae al observador, que se empeñará en contemplar el horizonte. Y a propósito del ornamento, no es fácil saber con exactitud qué objetos hacen parte de la propuesta inicial para la decoración. Lo que sí es un hecho, es que existen desde el principio una serie de nichos en las paredes que invitan a poner objetos sobre ellos, por lo que para la composición del proyecto debió ser importante la inclusión de accesorios. Resulta pertinente resaltar la meticulosidad con que se escogieron, uno a uno, los elementos del mobiliario que a la postre harían juego con los materiales de los espacios. En lo alusivo a la forma, es difícil determinar si sigue o no a la función. Sería más apropiado afirmar que ésta está dada por las exigencias del lugar, pues parece seguir las imposiciones del terreno. La irregularidad de las fachadas está justificada por los diversos puntos de interés visual del lugar. 

La imagen que se incluye en el presente ensayo muestra la librería de la casa. Este espacio se postula como uno de los más importantes de la misma, puesto que es el lugar predeterminado para trabajar y estudiar, dos de las características del habitar moderno. Dado el alto grado de complejidad de la situación por la que atravesaba el país español, el hecho de tener la capacidad de desconectarse de la sociedad y de lo urbano, para relacionarse con la naturaleza resultaba altamente llamativo. Se trataba de un privilegio del que no muchos podían ser partícipes. Coderch incluye en uno de los muros de la librería un gran vano, permitiendo al habitante tener una noción de horizontalidad, y propiciando una relación con la naturaleza que rodea al proyecto. Un baño de luz ilumina el escritorio en horas vespertinas, ambientando de forma óptima el lugar para llevar a cabo las labores ya mencionadas. Los numerosos estantes sugieren la consolidación del leer como hábito, hablando así de un comportamiento distante al de décadas previas. Además, se evidencia el uso de mobiliario fijo.

Se trata entonces de un proyecto en el que los bastiones de “la máquina por ser habitada” se aferran al mismo, al igual que los principios de la arquitectura moderna.


[1] LEONARDO, BENEVOLO. (1974). “Historia de la Arquitectura Moderna”. Barcelona: Editorial Gustavo Gili S.A.. (P.p 689).
[2] LEONARDO, BENEVOLO. (1974). “Historia de la Arquitectura Moderna”. Barcelona: Editorial Gustavo Gili S.A.. (P.p 818).



La casa modelo.


Para la realización de la maqueta de la Casa Ugalde se hizo necesario un estudio meticuloso del proyecto. El hecho de que sea una de las casas que mejor representan los ideales de la arquitectura moderna habla de su alto grado de complejidad. Por consiguiente, se tomaron medidas para asegurar que el entendimiento del proyecto se diera sin contratiempos. La recolección de material gráfico alusivo a la obra de Coderch permitió que fuera asimilado casi en su totalidad. La mayor interrogante surgió a partir de la topografía que hace parte fundamental del proyecto, pues, dada su irregularidad, la asimilación de los espacios bajos fue un poco confusa. Eso sumado a la insuficiente información asociada a las fachadas de la casa dio lugar a la especulación y, en cierto modo, a la reinterpretación de dichos espacios, con lo que no se termina de corroborar la correcta lectura de la obra. Otro de los factores que dificultan la ejecución de la maqueta es la diversidad de cubiertas que encierran los volúmenes, cada una parece tener un grado de inclinación diferente. No resulta fácil deducir si son transitables o no.

Por otra parte, la casa tiene una tendencia a ser dominada por diagonales y curvas, dejando en un tercer plano lo ortogonal. La disposición de elementos de las plantas cambia drásticamente de un nivel a otro, por lo que los muros no tienen una continuidad fácilmente legible, motivo por el cual acudir a los cortes del proyecto resultó de gran ayuda para entender las dimensiones de los mismos. En resumen, no se trata de una maqueta sencilla, ejecutarla correctamente implica concentración y destreza, la complejidad del asunto es tal que exige bastante tiempo para ser entendida en su totalidad.

Con respecto al aporte fundamental de José Luis Coderch a la arquitectura moderna mediante la Casa Ugalde, pienso que podría llegar a ser la reflexión profunda que se alcanzó producto de haber analizado en detalle el entorno del lote de implantación, acción que posibilitó orientar cada uno de los espacios que componen el proyecto acorde a la visual deseada. Por otra parte, considero que logró acentuar las relaciones que deberían existir entre lo artificial y lo natural. Inspirado en doctrinas y pensamientos de Frank Lloyd Wright, Walter Gropius e inclusive Adolf Loos, José Luis Coderch logró hacer del proyecto una obra significativa para la arquitectura moderna.



Arquitectura orgánica: la importancia del ornamento.


A lo largo de la historia, distintas civilizaciones han encontrado la manera de expresar sus pensamientos mediante el ornamento. Toda clase de recuerdos son plasmados en objetos que con el paso del tiempo adquieren un carácter de reliquia, y motivan a la comunidad a sentirse identificada con los mismos. Sus formas dependen estrictamente del parecer y del estado de ánimo de su autor, lo que habla del alto grado de individualidad que se ve envuelto en su fabricación y planeación. No obstante, es normal que al interactuar con algún objeto de dichas características se produzca una imagen mental que permita entrever los sucesos que motivaron su existencia, lo que en muchos casos conlleva a relacionar la esencia del elemento con algún patrón de significación común. Y es esto precisamente lo que incita al receptor a otorgarle valor a los mismos. 

Para Adolf Loos, el ornamento moderno no es más que una simple representación caprichosa por parte del autor de alguna visión vaga, ajena por demás a cualquier suceso asociado al funcionamiento de la cotidianidad. Se refiere a los objetos manufacturados por nuestros ancestros como los verdaderos transmisores de sentimientos, siendo la prueba de esto la eficacia con la que operan hoy en día en museos de todo el mundo objetos alusivos a distintas civilizaciones del pasado. Argumenta que, en nuestros tiempos, el valor que adquieren los objetos es efímero, y su caducidad es fácilmente detectable[1]

En el campo de la arquitectura, el ornamento es un componente fundamental a la hora de realzar la impresión que generan los espacios. Es por esto que resulta imprescindible saber manejar dichos objetos, puesto que la mala escogencia de los mismos puede perjudicar la calidad de vida de los usuarios. Deben ser una extensión del edificio, hacer parte de su configuración. Es de hecho uno de los factores que, según Lloyd Wright, trascienden para efectos de conseguir la arquitectura orgánica[2]. Y es que, independientemente de su tamaño, los elementos que forman parte de un edificio deben tener el mismo lenguaje, hablar de una armonía que no dé cabida a especulaciones que pongan en duda las cualidades de un arquitecto. 

Con respecto al objeto escogido para el actual ejercicio, cabe destacar que la decisión fue influenciada por el hecho de que la lámpara, diseñada por el mismo Coderch, tiene una esencia equiparable a la de la casa. El hecho de que la luz que se emite desde el corazón del objeto sea fraccionada por la sucesión de franjas presentes en el mismo, habla de la intención de obstaculizar, o mejor, de canalizar el resplandor hacia los puntos deseados. Es en un principio similar en el que se cimentaron los criterios de diseño de la Casa Ugalde: Al contar con una vista estupenda desde la colina, a las afueras de Caldetas, en Barcelona, el arquitecto se empeñó en focalizar los espacios del proyecto hacia los puntos de mayor interés, sobresaliendo el Mediterráneo. Para esto, se hizo necesario obstaculizar la visión de los visitantes a partir de muros de distintos materiales. 



[1] LOOS, A. (1972). Ornamento y delito, y otros ensayos. Barcelona: Editorial Gustavo Gilli (p.p. 43 – 50)
[2] LLOYD, F. (1908). In the cause of Arquitecture. New York: Sloan and Pearce (p.p. 33 – 34)



Collage.



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