Nombre del Proyecto: Casa Obregón
Nombre del Autor: Rafael Obregon Gonzales
Por: Nicolas Gil Forero
PARAISO
INTERNO.
La
penumbra de la
casa y la luminosidad dirigida desde los amplios ventanales de esta
parte de la vivienda son escenario del
enfrentamiento entre un salón social, dominado por una luz débil y tenue
y un jardín dotado de potencia irregularidad y luz que atrae a la vista por su contrastante y dramática
relación de oposición respecto al área
construida cubierta de la casa. Ya aquí el enfrentamiento desaparece y
la verdadera razón de tal decisión surge: capturar un poco de aquella Bogotá
natural en medio de una Bogotá cada vez
más urbana.
Entrando
por la zona de parqueo y después de pasar por una puerta sin ninguna aspiración
de umbral, llegamos a este punto de la
casa: a la esquina inferior del área social amoblada recatadamente con
una mesa de centro que brilla conforme refleja la luz del exterior y marca un centro desde el cual uno
se fija en las cosas que le rodean: algunas claras como el sofá o la chimenea
otras difusas como las silla, el
piano o el tapete, y otras intrigantes como aquella escultura que
pareciera impedir la soledad en este espacio y de paso marcar una escala humana
en la fotografía.
Los
muebles caen sobre el negro predominante del suelo que no deja ver una sombra
que sea más fuerte que la propia oscuridad
de esta superficie : característica que el techo pretende imitar pero al
estar más elevado inevitablemente es capturado por la luz y pierde su potencia
mas no su presencia en el espacio tan
recto y aparentemente oscuro, y es aquí cuando nos encontramos con las ventanas
quienes permiten que penetre la luz del exterior en este espacio tan
ortogonal en el que hasta las curvas de los muebles y la escultura se perciben
como fríamente calculados y puestos de la forma precisa de acuerdo a la
posición de los muros y la luz de la chimenea.
Allá
afuera hay un cuadro natural que muestra un paraje de naturaleza viva pero
manipulada, una realidad paralela a la de la casa, una creación atribuida a Dios y entregada como territorio de intervención a
Rafael Obregón para instalara allí una vivienda “En cambio la planta se orienta
y lleva todo su interés hacia el interior arborizado. En la fachada correspondiente
prevalece el uso del vidrio…Así las
caprichosas formas vegetales se enmarcan, se animan y exaltan sus coloraciones.”[1]
A
fin de cuentas un paraíso interno. “Todas estas formas han desaparecido de las
calles para replegarse al interior de los edificios, cediendo a la general
tendencia de nuestro tiempo, es decir: la agorafobia “[2]
[1] MARTINEZ, Carlos. Residencia
en Bogotá. En: Revista PROA:
Urbanismo, arquitectura, industrias. Ed.
111. Agosto de 1957. Pág. 20.
[2] SITTE, Camilo. El arte
de construir la ciudad. Viena.--.
25 de octubre de 1926. —
(Visto en exposición del museo
de arquitectura UN en 2012.)
PARAISO INTERNO.
Casa Rafael Obregón. Arq. Rafael Obregón
González.
Bogotá
D.C. Barrió el retiro.
1955.
Autor: Nicolás Gil
Forero.
|
-Llanos, Isabel. HENAO, Edison. FONTANA, María. MAYORGA, Miguel. Obregón y Valenzuela en Bogotá 1949-1969. I Edición. Editorial Universidad Nacional de Colombia. 2012.
-MARTINEZ, Carlos. Residencia en Bogotá. En: Revista PROA: Urbanismo, arquitectura, industrias. Ed. 111. Agosto de 1957. Pág. 20.
OBREGON: CAMINATA
POR BOGOTA.
Encontrándome
yo en aquel puerto soñado que podría pensarse pudo ser el rio Bogotá comencé a
escuchar en los oídos de mi mente el crujir de las aguas conforme avanzaba
algo, era enorme y parte de sus formas ondeaban
con el viento de aquella noche que se tornaba oscura, frente a mí un gran
espectro se acercaba al pequeño muelle de maderos viejos pero resistentes, no
se veía maligno ya que su lento movimiento era muy armónico con el ambiente
tanto que me dio confianza esperarlo y así lo hice. La noche tan oscura se
abrió de pronto en un gran haz de luz proveniente de la luna y pude ver la verdadera
identidad de tan monumental espectro, era un barco, uno precioso y delicado, de
honorables velas, del cual bajo un hombre: alto, medio calvo con una barba poblada,
con una gran sonrisa marcada en su rostro por llegar a su destino. No me
saludo, creo que ni siquiera me vio ;
tan pronto como llego note que, de repente ya no estábamos en la orilla del
rio, ahora el verde de los nogales y eucaliptos
me rodeaba mientras yo caminaba tras él. Su paso no era nada particular pero su
presencia era muy orgullosa, no sé bien si este hombre sabia a donde de
dirigía, aun así no daba un solo paso que pareciera inseguro. Ya hace un rato
había reconocido sus facciones y pensé en voz alta que así mismo debía ser el a
la hora de diseñar, a la hora de navegar y como afortunadamente pude observar:
a la hora de recorrer Bogotá.
Entre
más lo veía caminar por entre las calles estas cada vez se me hacían mas y mas desconocidas
, esos edificios, en la séptima y después en la once desaparecían poco a poco
dejando un área de viviendas enormes, de
parques intensivamente arborizados; de pequeños palacios criollos algo irreconocible
para mis ojos ya que no todo era ladrillo, ya que no todo el Barrio el retiro
estaba dominado por torres que más que ofrecer
vivienda y soluciones a la vida humana explotan los terrenos para sacar de
ellos un beneficio.
Llegamos
a su casa, en la entrada el reconoció cada detalle del piso, las paredes, el
reflejo de la luz en el techo mas no se
quedo en la casa y directamente camino a través de ella hacia el jardín, atrevidamente
lo seguí adentro de su vivienda ya que quería saber porque hacia parte de tan mágica
aventura Obregonesca, aun cuando me vio tras lo amplios ventanales no me dirigió la palabra ni se alarmo en forma
alguna aunque si comenzó a hablar en voz alta a detallar aun mas cada uno de
los detalles de ese pequeño centímetro que separaba la casa del jardín y ahí
fue donde vi el fundamento de sus palabras, no la clave de toda su obra (cosa
muy prepotente por no decir mas) sino el detalle claro y puro en medio de
sistemas construidos tan complejos: su intención siempre ha sido la de integrar. “Un conjunto de obras que considera la ciudad
como punto de partida del proyecto, asume su complejidad como parte del
programa, muestra constantemente
soluciones de integración entre las distintas escalas y plantea la condición de
urbanidad en arquitectura como resultado ineludible”[1];
y hay estaba yo curioso por saber más cosas de las que solo él podría compartirme
y me percate de que en la sala en un
lugar muy visible y privilegiado estaba una foto de él, no tenía el mejor
ángulo, casi ni se veía su cara pero hay estaba por encima de tantas otras que
podrían estar en su lugar: era él en “ La Tarena” en el centímetro en el que el barco se convertía en
brisa salina y a la vez se volvía mar. No negare que lo vi como un hecho menor ya que el mágico
efecto de aquel jardín en la noche era majestuoso. Aquel hombre se retiro a su habitación
tomando el pasillo lateral hacia el fondo, supongo durmió plácidamente, yo no
pude.
Al día siguiente en la sala que a su vez era jardín,
comedor y estudio lo vi desperezarse despreocupadamente, y poco
después de despertar recibió una llamada que parecía ser
de uno de sus hijos, aunque se le noto feliz siempre se mantuvo en una línea de
conversación muy calma, era una persona muy seria a la hora de trabajar aunque
esta seriedad se revolviera con el gran desorden del que también se componía su
forma de ser y de la añoranza por el mar que muy a su pesar siempre estaba tan
distante de su cuerpo como cerca de su corazón. Esto lo demostró en su cabaña de
las islas del rosario en las que dejo atrás
a Mies con su Seagram Building, a Le Corbusier con su Unite de Marsella, a la arquitectura vernácula de Kenzo Tange para darle paso al océano: a
aquel espacio enorme y monumental en que la inconsistencia es la constante de tan
espectacular reflejo del cielo al que se
dirigió la cabaña sin temor alguno en un enorme voladizo sostenido por la
madera que entre el mismo y los artesanos del lugar dieron como resultado esta
casa, y varias obras de refinada arquitectura naval. Me percate de otro detalle
muy importante en el (al recordar tan simple construcción en las islas del Rosario):
la cierta incomodidad que sentía con el orden establecido de la sociedad, por
la necesidad que a veces tenemos de la ciudad y
por la restricción a la libertad que para su fortuna él podía disipar
con el océano; me dije a mi mismo: Si se sentía tan incomodo (tanto como para llevarse
a su familia a una comuna socialista en Europa Oriental) ¿Cómo fue que pudo
llegar a producir ciudad a este nivel?. Cometí el error de decirlo en voz alta
mientras él se me acercaba con una taza
de café en la mano, aun así me la dio pero creo que se arrepintió de sentarse
cerca de mi ya que por mi descuido le di la impresión de que le tenía miedo.
Quería pedirle disculpas pero ya era momento de salir
de la casa con una seña me invito a ir
con él, ya en su auto note una carta pegada en el parabrisas firmada por su
hijo insistiéndole en que comprara un seguro de vida y un seguro para el carro,
El ya sentado en la silla del conductor sonrió un poco para sus adentros y
arrugo el papel botándolo en el garaje ,
supongo esperaba que su hijo la
encontrara después ,(“No tendrá seguro
pero es una persona muy segura de sí misma y positiva además.” pensé yo sonriendo al unisonó), andamos por las vías de esa Bogotá aun sin forma, una
ciudad organizada tanto por la razón como por la locura: con ciertos focos en
los que se podía notar un buen manejo de
la arquitectura, pero nada más que eso: Islas en un mar desolado. Llegamos al
centro internacional y de cierta manera en esa Bogotá que él me permitió ver se sentía como un barco que se enfrentaba
a los autos que iban hacia el sur por la séptima; la torre y sus compañeras
eran las velas de un imponente
navío y marcaban un espacio diferente en
la ciudad uno pensado, uno calculado,
uno que integraba tanto al trabajador como al habitante, tanto cerros como
ciudad, tanto comercio como vivienda, tanto Bogotá como el atlántico. Y
maravillado por esa imagen que inconscientemente sentía aun cuando pasaba por
el lado de estos edificios, en mi tiempo, donde las vías me eran conocidas y
los edificios me eran familiares, pero con el
no era solo un buen conjunto era una obra que me regreso a su casa y me
hizo notar lo integral de su trabajo, lo audaz
de sus intenciones y aun así lo desprolijo de su actitud, lo liberal de
su pensamiento y lo profundo de su sonrisa.
Miraba detenidamente la torre más alta del conjunto
cuando comenzó a soplar el viento y aunque
se me acerco sin decirme nada pensé que en su mente se formaba la clara imagen de un inmenso mar, de
ese mar en el que navega su alma, en el que velearon sus deseos en vida y
allí sentí de nuevo esa presencia enorme
que ondeaba con el viento y con su marea invisible, el volvió a su barco a seguir navegando, y con ese viento
le vi partir, lenta y majestuosamente, yo volvía a mi realidad: comenzaban a
desaparecer los taxis negros y comenzaban a crecer edificios por todas partes
la ciudad se carcomía la sabana y de
pronto estaba allí, frente a donde solía estar su casa, vacio, triste pero honrado de que por una
noche y un día tuve la fortuna de caminar con aquel hombre que dio forma a mucho de la
arquitectura Colombiana a ese nómada arriesgado que dio grandes pasos en un país que cojea, que no
ve bien y que olvida fácil.
“Tenía
una capacidad única para inventar su propia realidad: Una tormenta en el mar
para él constituía una lección de vida, para mí era una posibilidad de
catástrofe.”[2]
[1] LLANOS, Isabel. HENAO, Edison. FONTANA,
María. MAYORGA, Miguel. Obregón y Valenzuela
en Bogotá 1949-196. I Edición. Pág. 19.Editorial Universidad Nacional de
Colombia. 2012.
[2] OBREGON HERRERA, Rafael. El quehacer de Rafael Obregón
G.: Una visión personal. 25 de febrero de 2008. No. Pág. 47. Articulo
Revista dearq. II Edición. Universidad
de los Andes.
RESIDENCIA EN BOGOTA.
En
Colombia una de las mayores
habilidades de las personas es
aprender a no mirar , a ignorar tanto las situaciones como los eventos
del diario vivir : la arquitectura que es
vista en este país como una de
esas carreras de lujo,
de esas que son para los
ricos con papa constructor, es víctima y causante de
este aislamiento que lleva a la
gente al punto de estar
en un edificio y no verlo, de tener una columna en frente
y no percibirla y somos
tan buenos en eso que la mayoría de la arquitectura que nos es propia esta sorprendentemente poco estudiada, la obra
de Obregón y Valenzuela (que es
para mí la cúspide
del modernismo en Colombia ) ha
sido investigada de
manera un poco constante por
parte de la maestría en
arquitectura de la Universidad Nacional
de Colombia de donde he sacado
parte de la investigación y
también por parte de la
universidad de los andes en cuyas publicaciones se ve
un alto interés en el arquitecto, pero más allá de
esto, Rafael Obregón no es
reconocido por la ciudad , no es
el Salmona que todos admiran, no es el mono Martínez que todos
quisieran imitar ; el está aislado
de esa coyuntura
de arquitectos con un gran talento
y dominio de la disciplina.
La
casa Obregón en el barrio el Retiro al nororiente de la ciudad
de Bogotá, es quizás el exponente más
claro de sus intenciones arquitectónicas, a pesar de ser un espacio cerrado
y poco permeable hacia la calle, lo que parecería contradictorio a su manera de operar en la
ciudad urbanísticamente, cosa que hacia
acoplando los edificios a las
preexistencias y haciéndolos más abiertos
a los transeúntes y usuarios en general; pero es en esta
casa en donde el (para
su propio gusto) sintetiza muchos
de sus ideales, ya que la vivienda es muy cerrada por un lado, la apertura
majestuosa a su “paraíso interno” sucede del lado posterior orientado hacia un jardín que desde la planta , la entrada o
simplemente desde el sonido
se marca como el espacio más importante de la casa : aquel que no está construido pero si ha sido diseñado , calculado e
integrado al proyecto, “También resolvió meter visualmente el jardín entre la sala,
o la sala entre el jardín, lo cual producía un efecto hipnótico, que incitaba a
los invitados a salirse por entre los vidrios.”[1],
es con el jardín que la vivienda toma un carácter distinto de tantas
otras , ya que aunque esta entre medianeras se permite un espacio abierto tan o más
grande que la misma vivienda, en donde
el aire es distinto, el cielo es capturado por un pequeño pedazo de
ciudad que Rafael Obregón tomo para sí mismo ,pulió y perfecciono a su gusto.
El
arquitecto Obregón a pesar de
tener un pensamiento que se
oponía al sistema establecido, fue un
arquitecto muy popular entre las
clases altas de
Colombia, gran parte de su obra
es diseñada desde el principio
para gente adinerada
, no como sucede , por ejemplo
con las Torres del Parque que fueron diseñadas para las
clases medias de
Bogotá pero que con el tiempo se
fueron valorizando y hoy son
propiedad de personas con un amplio
poder adquisitivo. Este hecho pudo jugar como uno de los factores que lo aisló de la coyuntura
de arquitectos de la época y que lo hizo un poco mas invisible que el promedio para la
sociedad en general.
Rafael
pensó su casa de manera que, por medio
de la arquitectura su familia permaneciese unida y tuviesen espacios conjuntos de reunión, todos pensado en torno al
jardín, él quería con esta casa
demostrar que se podía usar poco
espacio para cumplir con un
programa tan importante como el de su
propia vivienda, cosa que para
este tiempo es un poco discutible
ya que la casa tiene aproximadamente 400 metros
cuadrados de área construida sin
contar con el área del jardín,
dimensiones que hoy en día para una
vivienda son difíciles de conseguir en la ciudad de Bogotá
y cuestan cantidades astronómicas
de dinero, “Cuando hizo la casa de la Calle 87, consideró que para ahorrar
espacio podía entrarse por el garaje y que una familia unida era aquella que
compartía todas las actividades conjuntamente. Por eso la sala servía también
como comedor y estudio. Eso significó que durante el tiempo que duró diseñando
los barcos, que luego construyó en Bocachica, no podíamos hacer ruido porque lo
distraíamos. Fuimos por lo tanto una familia unida, aunque a veces algo
silenciosa.”[2]
; con esto es interesante el ver
cómo ha cambiado la concepción de
espacio habitable en sesenta años
ya que antes muchas de las viviendas
que se construían en Bogotá, sin
importar la clase a la que fueran
dirigidas, poseían aéreas mas o
menos espaciosas para que las personas habitasen cómodamente, este modo de diseñar y
pensar ya no se ve actualmente, la vivienda
se está haciendo cada
vez más pequeña con la excusa de
que así es más barata , cada vez las casas de los estratos más bajos se agrupan en conjuntos residenciales
con unidades de proporciones incomodas
en donde es evidente que no se
puede asegurar una calidad de vida optima y en algunos
casos en donde la vivienda juega
en contra del habitar del ser humano; los estratos altos comienzan a aglomerarse en torres que
aunque optimizan el espacio y el uso de los terrenos
alienan a la ciudad a un modo de
vida un poco desconectado, menos comunal ; en otras
palabras cada vez
abrimos más la brecha y reforzamos la idea de que para vivir una
buena arquitectura y un ben urbanismo
hay que tener dinero, cuando lo
único que se necesitaría es la
voluntad de nuestros líderes para
hacer un cambio social en la que la gente
tenga el derecho en vivir el
espacio arquitectónico y urbano de una
forma digna y pensada; integradora tanto de la vida comunal , como individual.
La
casa desmaterializada por el
jardín se marca como un referente de la
vivienda ideal en los años cincuenta,
de esa arquitectura moderna que se
gestaba en ciertos sectores
sociales de un país convulsionado por la violencia, atrasado y aislado del
desarrollo mundial, en la que por lapsos
de espacio y dimensiones
de tiempo la arquitectura se expresaba, protestaba por una mejora
en la sociedad o por lo menos en
un cambio de pensamiento, sin olvidar
nuestro pasado pero aspirando a un futuro mejor.
“Se conserva
en esta nueva residencia la
tradición constructiva de las casas
que le precedieron… gran holgura en las áreas sociales y esa grata
y notoria sensación de complacencia común a todas.”[3]
[1] OBREGON HERRERA, Rafael. El quehacer de Rafael Obregón
G.: Una visión personal. 25 de febrero de 2008. No. Pag. 47. Articulo
Revista dearq. II Edición. Universidad
de los Andes.
[2].OBREGON HERRERA, Rafael. El quehacer de Rafael Obregón
G.: Una visión personal. 25 de febrero de 2008. No. Pag. 47. Articulo
Revista dearq. II Edición. Universidad
de los Andes.
[3] MARTINEZ, Carlos. Residencia
en Bogotá. En: Revista PROA:
Urbanismo, arquitectura, industrias. Ed.
111. Agosto de 1957. Pág. 20.
LINEA DEL TIEMPO
PLANOS Y MAQUETA
BIBLIOGRAFIA
1. MARTINEZ, Carlos. Residencia en Bogotá. En: Revista PROA: Urbanismo, arquitectura, industrias. Ed. 111. Agosto de 1957.
2. SITTE, Camilo. El arte de construir la ciudad. Viena.--. 25 de octubre de 1926. — (Visto en exposición del museo de arquitectura UN en 2012.)
3. LLANOS, Isabel. HENAO, Edison. FONTANA, María. MAYORGA, Miguel. Obregón y Valenzuela en Bogotá 1949-1969. I Edición. Editorial Universidad Nacional de Colombia. 2012.
4. FORERO, Clara. Edificios realizados por mujeres arquitectas. I edición. Editorial Universidad Nacional de Colombia. 2005
5. OBREGON HERRERA, Rafael. El quehacer de Rafael Obregón G.: Una visión personal. 25 de febrero de 2008. Articulo Revista dearq. II edición. Universidad de los Andes.
6. O`BYRNE, María Cecilia. L.C. en Bogotá 1947-1951. I Edición. Ediciones Uniandes. Abril de 2010.
7. MARTINEZ, Carlos. Arquitectura en Colombia. Bogotá: Proa, 1963.
8. CASTAÑEDA, Antonio. La historia de frente: Arquitectura de Bogotá. I Edición. Letrarte editores. 2010.
9. AMAYA Solano, Andrés Josué. Junta perdida. Lo inmaterial en la arquitectura de Obregón y Valenzuela. Edificios de oficinas 1950-1978. I edición. Editorial Universidad Nacional de Colombia. 2010.
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