martes, 25 de febrero de 2014

CASA OBREGON - RAFAEL OBREGON GONZALES

Nombre del Proyecto: Casa Obregón

Nombre del Autor: Rafael Obregon Gonzales

Por: Nicolas Gil Forero

PARAISO INTERNO.

La  penumbra de  la  casa y la luminosidad dirigida desde los amplios ventanales de esta parte de la vivienda son escenario del  enfrentamiento entre un salón social, dominado por una luz débil y tenue y un jardín dotado de potencia irregularidad y luz que atrae  a la vista por su contrastante y dramática relación de oposición respecto al área  construida cubierta de la casa. Ya aquí el enfrentamiento desaparece y la verdadera razón de tal decisión surge: capturar un poco de aquella Bogotá natural en medio de  una Bogotá cada vez más urbana.
Entrando por la zona de parqueo y después de pasar por una puerta sin ninguna aspiración de umbral, llegamos a este punto de la  casa: a la esquina inferior del área social amoblada recatadamente con una mesa de centro que brilla conforme refleja la luz del  exterior y marca un centro desde el cual uno se fija en las cosas que le rodean: algunas claras como el sofá o la chimenea otras difusas como las  silla, el piano  o el  tapete, y otras  intrigantes como aquella escultura que pareciera impedir la soledad en este espacio y de paso marcar una escala humana en la fotografía.
Los muebles caen sobre el negro predominante del suelo que no deja ver una sombra que sea más fuerte que la propia oscuridad  de esta superficie : característica que el techo pretende imitar pero al estar más elevado inevitablemente es capturado por la luz y pierde su potencia mas no su  presencia en el espacio tan recto y aparentemente oscuro, y es aquí cuando nos encontramos con las  ventanas  quienes permiten que penetre la luz del exterior en este espacio tan ortogonal en el que hasta las curvas de los muebles y la escultura se perciben como fríamente calculados y puestos de la forma precisa de acuerdo a la posición de los muros y la luz de la chimenea.
Allá afuera hay un cuadro natural que muestra un paraje de naturaleza viva pero manipulada, una realidad paralela a la de la casa,  una creación atribuida a Dios y  entregada como territorio de intervención a Rafael Obregón para instalara allí una vivienda “En cambio la planta se orienta y lleva todo su interés hacia el interior arborizado. En la fachada correspondiente prevalece el uso del  vidrio…Así las caprichosas formas vegetales se enmarcan, se animan y exaltan sus  coloraciones.”[1]
A fin de cuentas un paraíso interno. “Todas estas formas han desaparecido de las calles para replegarse al interior de los edificios, cediendo a la general tendencia de nuestro tiempo, es decir: la agorafobia “[2]


[1] MARTINEZ, Carlos. Residencia  en Bogotá. En: Revista  PROA: Urbanismo, arquitectura, industrias.  Ed. 111. Agosto de  1957. Pág. 20.
[2] SITTE, Camilo.  El   arte  de construir  la ciudad. Viena.--. 25  de octubre  de 1926. —   (Visto en exposición  del museo de  arquitectura UN en 2012.)

PARAISO INTERNO.
Casa Rafael Obregón. Arq. Rafael Obregón González.
Bogotá  D.C.  Barrió el  retiro.
1955.                                           
Autor: Nicolás  Gil  Forero. 
-Llanos, Isabel. HENAO, Edison. FONTANA, María. MAYORGA, Miguel. Obregón y Valenzuela  en Bogotá 1949-1969.         I Edición. Editorial Universidad  Nacional de  Colombia.  2012.
-MARTINEZ, Carlos. Residencia  en Bogotá. En: Revista  PROA: Urbanismo, arquitectura, industrias.  Ed. 111. Agosto de  1957. Pág. 20.


OBREGON: CAMINATA POR   BOGOTA.

Encontrándome yo en aquel puerto soñado que podría pensarse pudo ser el rio Bogotá comencé a escuchar en los oídos de mi mente el crujir de las aguas conforme avanzaba algo, era enorme y  parte de sus formas ondeaban con el viento de aquella noche que se tornaba oscura, frente a mí un gran espectro se acercaba al pequeño muelle de maderos viejos pero resistentes, no se veía  maligno ya que su  lento movimiento era muy armónico con el ambiente tanto que me dio confianza esperarlo y así lo hice. La noche tan oscura se abrió de pronto en un gran haz de luz proveniente de la luna y pude ver la verdadera identidad de tan monumental espectro, era un barco, uno precioso y delicado, de honorables velas, del cual bajo un hombre: alto, medio calvo con una barba poblada, con una gran sonrisa marcada en su rostro por llegar a su destino. No me saludo, creo que ni siquiera me  vio ; tan pronto como llego note que, de repente ya no estábamos en la orilla del rio,  ahora el verde de los nogales y eucaliptos me rodeaba mientras yo caminaba tras él. Su paso no era nada particular pero su presencia era muy orgullosa, no sé bien si este hombre sabia a donde de dirigía, aun así no daba un solo paso que pareciera inseguro. Ya hace un rato había reconocido sus facciones y pensé en voz alta que así mismo debía ser el a la hora de diseñar, a la hora de navegar y como afortunadamente pude observar: a la hora de recorrer Bogotá.

Entre más lo veía caminar por entre las calles estas cada vez se me hacían mas y mas desconocidas ,  esos edificios, en la séptima y  después en la once desaparecían poco a poco dejando un área  de viviendas enormes, de parques intensivamente arborizados; de pequeños palacios criollos algo irreconocible para mis ojos ya que no todo era ladrillo, ya que no todo el Barrio el retiro estaba dominado por torres que más que ofrecer  vivienda y soluciones  a la  vida humana explotan los terrenos para sacar de ellos un beneficio.

Llegamos a su casa, en la entrada el reconoció cada detalle del piso, las paredes, el reflejo de la luz  en el techo mas no se quedo en la casa y directamente camino a través de ella hacia el jardín, atrevidamente lo seguí adentro de su vivienda ya que quería saber porque hacia parte de tan mágica aventura Obregonesca, aun cuando me vio tras lo amplios ventanales no me  dirigió la palabra ni se alarmo en forma alguna aunque si comenzó a hablar en voz alta a detallar aun mas cada uno de los detalles de ese pequeño centímetro que separaba la casa del jardín y ahí fue donde vi el fundamento de sus palabras, no la clave de toda su obra (cosa muy prepotente por no decir mas) sino el detalle claro y puro en medio de sistemas construidos tan complejos: su intención siempre ha sido la de integrar. “Un conjunto de obras que considera la ciudad como punto de partida del proyecto, asume su complejidad como parte del programa, muestra  constantemente soluciones de integración entre las distintas escalas y plantea la condición de urbanidad en arquitectura como resultado ineludible”[1]; y hay estaba yo curioso por saber más cosas de las que solo él podría compartirme y me  percate de que en la sala en un lugar muy visible y privilegiado estaba una foto de él, no tenía el mejor ángulo, casi ni se veía su cara pero hay estaba por encima de tantas otras que podrían estar en su lugar: era él en “ La Tarena” en el  centímetro en el que el barco se convertía en brisa salina y a la vez se volvía mar. No negare que  lo vi como un hecho menor ya que el mágico efecto de aquel jardín en la noche era majestuoso. Aquel hombre se retiro a su habitación tomando el pasillo lateral hacia el fondo, supongo durmió plácidamente, yo no pude.

Al día siguiente en la sala que a su vez era jardín, comedor y estudio lo  vi desperezarse despreocupadamente, y poco después  de  despertar recibió una llamada que parecía ser de uno de sus hijos, aunque se le noto feliz siempre se mantuvo en una línea de conversación muy calma, era una persona muy seria a la hora de trabajar aunque esta seriedad se revolviera con el gran desorden del que también se componía su forma de ser y de la añoranza por el mar que muy a su pesar siempre estaba tan distante de su cuerpo como cerca de su corazón. Esto lo demostró en su cabaña de las islas del rosario en las que   dejo atrás a Mies con su Seagram Building, a Le Corbusier con su Unite de Marsella, a la  arquitectura vernácula de  Kenzo Tange para darle paso al océano: a aquel espacio enorme y monumental en que la inconsistencia es la constante de tan espectacular reflejo del cielo al que  se dirigió la cabaña sin temor alguno en un enorme voladizo sostenido por la madera que entre el mismo y los artesanos del lugar dieron como resultado esta casa, y varias obras de refinada arquitectura naval. Me percate de otro detalle muy importante en el (al recordar tan simple construcción en las islas del Rosario): la cierta incomodidad que sentía con el orden establecido de la sociedad, por la necesidad que a veces tenemos de la ciudad y  por la restricción a la libertad que para su fortuna él podía disipar con el océano; me dije a mi mismo: Si se sentía tan incomodo (tanto como para llevarse a su familia a una comuna socialista en Europa Oriental) ¿Cómo fue que pudo llegar a producir ciudad a este nivel?. Cometí el error de decirlo en voz alta mientras él se me  acercaba con una taza de café en la mano, aun así me la dio pero creo que se arrepintió de sentarse cerca de mi ya que por mi descuido le di la impresión de que le tenía miedo.

Quería pedirle disculpas pero ya era momento de salir de la casa  con una seña me invito a ir con él, ya en su auto note una carta pegada en el parabrisas firmada por su hijo insistiéndole en que comprara un seguro de vida y un seguro para el carro, El ya sentado en la silla del conductor sonrió un poco para sus adentros y arrugo el papel botándolo en el  garaje , supongo esperaba que su hijo  la encontrara  después ,(“No tendrá seguro pero es una persona muy segura de sí misma y positiva  además.” pensé  yo sonriendo al unisonó), andamos por  las vías de esa Bogotá aun sin forma, una ciudad organizada tanto por la razón como por la locura: con ciertos focos en los que  se podía notar un buen manejo de la arquitectura, pero nada más que eso: Islas en un mar desolado. Llegamos al centro internacional y de cierta manera en esa Bogotá  que él me permitió  ver se sentía como un barco que se enfrentaba a los autos que iban hacia el sur por la séptima; la torre y sus compañeras eran las  velas de un imponente navío  y marcaban un espacio diferente en la ciudad uno  pensado, uno calculado, uno que integraba tanto al trabajador como al habitante, tanto cerros como ciudad, tanto comercio como vivienda, tanto Bogotá como el atlántico. Y maravillado por esa imagen que inconscientemente sentía aun cuando pasaba por el lado de estos edificios, en mi tiempo, donde las vías me eran conocidas y los edificios me eran familiares, pero con el  no era solo un buen conjunto era una obra que me regreso a su casa y me hizo notar lo integral de su trabajo, lo audaz  de sus intenciones y aun así lo desprolijo de su actitud, lo liberal de su pensamiento y lo profundo de su sonrisa.

Miraba  detenidamente la torre más alta del conjunto cuando comenzó a soplar el viento y aunque  se me acerco sin decirme nada pensé que en su mente se  formaba la clara imagen de un inmenso mar, de ese mar en el que navega su alma, en el que velearon sus deseos en vida y allí  sentí de nuevo esa presencia enorme que ondeaba con el viento y con su marea invisible, el volvió  a su barco a seguir navegando, y con ese viento le vi partir, lenta y majestuosamente, yo volvía a mi realidad: comenzaban a desaparecer los taxis negros y comenzaban a crecer edificios por todas partes la ciudad se carcomía  la sabana y de pronto estaba allí, frente a donde solía estar su casa,  vacio, triste pero honrado de que por una noche y un día tuve la fortuna de caminar con aquel  hombre que dio forma a mucho de la arquitectura Colombiana a ese nómada arriesgado que dio   grandes pasos en un país que cojea, que no ve bien y que olvida fácil.

“Tenía una capacidad única para inventar su propia realidad: Una tormenta en el mar para él constituía una lección de vida, para mí era una posibilidad de catástrofe.”[2]


[1] LLANOS, Isabel. HENAO, Edison. FONTANA, María. MAYORGA, Miguel. Obregón y Valenzuela  en Bogotá 1949-196. I Edición. Pág. 19.Editorial Universidad  Nacional de  Colombia.  2012.

[2] OBREGON HERRERA, Rafael. El quehacer de Rafael Obregón G.: Una visión personal. 25 de febrero de 2008. No. Pág. 47. Articulo Revista  dearq. II Edición.  Universidad  de los  Andes.
  


RESIDENCIA  EN BOGOTA.


En  Colombia    una de las  mayores  habilidades  de las personas es aprender  a no mirar , a  ignorar tanto las situaciones como los  eventos  del diario  vivir  : la arquitectura  que es  vista  en este país  como una de  esas  carreras  de lujo,  de  esas que son para los ricos  con papa constructor, es  víctima y causante   de  este  aislamiento que lleva a  la  gente  al punto de  estar  en un edificio  y no verlo, de  tener una columna  en frente  y  no percibirla  y somos  tan  buenos  en eso que la mayoría  de la arquitectura  que nos es propia  esta sorprendentemente  poco estudiada,  la obra  de Obregón y  Valenzuela (que es para mí  la  cúspide  del modernismo   en Colombia ) ha sido   investigada  de  manera  un poco constante por parte  de la maestría en arquitectura  de la Universidad Nacional de Colombia   de donde he sacado parte  de la investigación   y  también por parte  de la universidad  de los andes  en cuyas publicaciones  se  ve un  alto interés  en el arquitecto, pero  más allá de  esto, Rafael Obregón no es  reconocido por la ciudad , no es  el Salmona que  todos  admiran, no es el mono Martínez  que todos  quisieran imitar ; el está aislado  de  esa  coyuntura  de arquitectos con un gran talento  y dominio  de la disciplina.

La  casa Obregón en el barrio el Retiro al nororiente  de la ciudad  de Bogotá, es quizás  el  exponente más  claro  de  sus intenciones  arquitectónicas, a pesar de  ser un espacio   cerrado  y poco permeable hacia la calle,  lo que parecería  contradictorio a su manera de operar en la ciudad urbanísticamente, cosa que  hacia acoplando los edificios  a las preexistencias   y haciéndolos más  abiertos  a los  transeúntes y usuarios  en general; pero  es en esta  casa  en donde  el (para  su propio  gusto) sintetiza   muchos  de sus ideales,  ya que  la vivienda es muy  cerrada por un lado, la apertura majestuosa  a su “paraíso  interno” sucede  del lado posterior orientado  hacia un jardín  que desde la planta ,  la entrada o  simplemente  desde el sonido se  marca como  el espacio más importante  de la  casa : aquel que no está construido  pero si ha sido diseñado , calculado e integrado al proyecto, También resolvió meter visualmente el jardín entre la sala, o la sala entre el jardín, lo cual producía un efecto hipnótico, que incitaba a los invitados a salirse por entre los vidrios.”[1], es  con el jardín que la vivienda  toma un carácter distinto de  tantas  otras  , ya que aunque esta  entre medianeras  se permite un espacio abierto  tan o más  grande que la misma vivienda, en donde  el  aire  es distinto, el cielo es  capturado por un pequeño pedazo de ciudad  que  Rafael Obregón tomo para sí mismo ,pulió  y perfecciono a su gusto.
El arquitecto Obregón  a pesar  de  tener un pensamiento  que se oponía al sistema  establecido,  fue  un arquitecto  muy popular  entre las  clases  altas  de  Colombia,  gran parte  de su obra  es diseñada desde el principio   para   gente  adinerada  , no como sucede  , por ejemplo con las  Torres  del Parque que  fueron diseñadas para  las  clases  medias  de  Bogotá pero que con el tiempo se  fueron  valorizando y hoy son propiedad  de personas con un amplio poder  adquisitivo. Este  hecho pudo jugar  como uno de los  factores que lo aisló de  la coyuntura  de  arquitectos  de la época y que lo hizo un poco  mas invisible que el promedio para la sociedad  en general.

Rafael pensó su casa  de manera que, por medio de la arquitectura  su  familia permaneciese unida y tuviesen espacios conjuntos de reunión, todos pensado en torno al jardín, él quería  con esta  casa  demostrar que se podía  usar poco espacio para  cumplir con un programa  tan importante como el de su propia  vivienda, cosa que  para  este tiempo es un poco discutible  ya que la  casa  tiene aproximadamente   400 metros  cuadrados  de área construida sin contar  con el área  del jardín,  dimensiones que hoy  en día  para una  vivienda  son difíciles   de conseguir en la ciudad  de Bogotá  y cuestan  cantidades  astronómicas  de  dinero, “Cuando hizo la casa de la Calle 87, consideró que para ahorrar espacio podía entrarse por el garaje y que una familia unida era aquella que compartía todas las actividades conjuntamente. Por eso la sala servía también como comedor y estudio. Eso significó que durante el tiempo que duró diseñando los barcos, que luego construyó en Bocachica, no podíamos hacer ruido porque lo distraíamos. Fuimos por lo tanto una familia unida, aunque a veces algo silenciosa.”[2] ; con esto es interesante  el ver cómo ha cambiado la concepción de  espacio habitable  en sesenta  años  ya que  antes   muchas de las   viviendas  que se  construían en Bogotá, sin importar la  clase a la que fueran dirigidas, poseían aéreas  mas o menos  espaciosas  para que las personas  habitasen cómodamente, este modo de diseñar y pensar  ya no se  ve actualmente,  la vivienda  se  está  haciendo cada  vez más pequeña con la excusa  de que así es más  barata , cada  vez las casas de los  estratos más bajos  se agrupan en conjuntos  residenciales  con unidades  de proporciones  incomodas   en donde  es evidente que no se puede asegurar una  calidad  de vida optima  y en algunos  casos  en donde la vivienda  juega  en contra  del habitar  del ser humano;  los estratos  altos comienzan a aglomerarse en torres  que  aunque optimizan el espacio y el uso de los  terrenos  alienan a la ciudad  a un modo de vida  un poco  desconectado, menos comunal ; en otras palabras  cada  vez  abrimos  más la brecha  y reforzamos la idea de que para  vivir una  buena arquitectura y un ben urbanismo  hay que tener  dinero, cuando lo único que se  necesitaría  es la  voluntad  de nuestros líderes para hacer un cambio  social en la que la  gente  tenga el derecho en vivir  el espacio arquitectónico y  urbano de una forma  digna y pensada; integradora  tanto de la vida  comunal , como  individual.

La  casa  desmaterializada por el jardín se marca como un referente  de la vivienda ideal en los años cincuenta,  de  esa  arquitectura moderna  que se  gestaba en ciertos sectores  sociales de un país convulsionado por la violencia, atrasado y aislado  del  desarrollo mundial, en la que por lapsos  de  espacio  y dimensiones  de tiempo la arquitectura  se  expresaba, protestaba por  una mejora  en la sociedad o por lo menos  en un cambio de pensamiento, sin olvidar  nuestro pasado pero aspirando a un futuro mejor.
 “Se conserva  en esta nueva  residencia la tradición constructiva  de las  casas  que le precedieron… gran holgura en las áreas sociales y esa  grata  y notoria sensación de complacencia común a  todas.”[3]


[1] OBREGON HERRERA, Rafael. El quehacer de Rafael Obregón G.: Una visión personal. 25 de febrero de 2008. No. Pag. 47. Articulo Revista  dearq. II Edición.  Universidad  de los  Andes.

[2].OBREGON HERRERA, Rafael. El quehacer de Rafael Obregón G.: Una visión personal. 25 de febrero de 2008. No. Pag. 47. Articulo Revista  dearq. II Edición.  Universidad  de los  Andes.

[3] MARTINEZ, Carlos. Residencia  en Bogotá. En: Revista  PROA: Urbanismo, arquitectura, industrias.  Ed. 111. Agosto de  1957. Pág. 20.

LINEA DEL TIEMPO


PLANOS Y MAQUETA









BIBLIOGRAFIA


1. MARTINEZ, Carlos. Residencia en Bogotá. En: Revista PROA: Urbanismo, arquitectura, industrias. Ed. 111. Agosto de 1957.

2. SITTE, Camilo. El arte de construir la ciudad. Viena.--. 25 de octubre de 1926. — (Visto en exposición del museo de arquitectura UN en 2012.)

3. LLANOS, Isabel. HENAO, Edison. FONTANA, María. MAYORGA, Miguel. Obregón y Valenzuela en Bogotá 1949-1969. I Edición. Editorial Universidad Nacional de Colombia. 2012.

4. FORERO, Clara. Edificios realizados por mujeres arquitectas. I edición. Editorial Universidad Nacional de Colombia. 2005

5. OBREGON HERRERA, Rafael. El quehacer de Rafael Obregón G.: Una visión personal. 25 de febrero de 2008. Articulo Revista dearq. II edición. Universidad de los Andes.

6. O`BYRNE, María Cecilia. L.C. en Bogotá 1947-1951. I Edición. Ediciones Uniandes. Abril de 2010.

7. MARTINEZ, Carlos. Arquitectura en Colombia. Bogotá: Proa, 1963.

8. CASTAÑEDA, Antonio. La historia de frente: Arquitectura de Bogotá. I Edición. Letrarte editores. 2010.

9. AMAYA Solano, Andrés Josué. Junta perdida. Lo inmaterial en la arquitectura de Obregón y Valenzuela. Edificios de oficinas 1950-1978. I edición. Editorial Universidad Nacional de Colombia. 2010.








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